Fecha 13/05/2011 Auditorio Centro Cívico Ágora Aforo Lleno Estilo Blues tenebroso/Jazz Promotor Concello de A Coruña
La palabra heterodoxia proviene del griego y hace referencia a quien se opone al dogma o fe establecida siendo herética, extraña o insólita. Y Diamanda Galás, nacida en el seno de una familia de griegos ortodoxos y criada en Estados Unidos, es la viva definición del vocablo. Su obsesión bíblica y sus pulsiones satánicas han sido plasmadas en una discografía llena de virtuosismo y terror merced a una poderosa garganta. Tres octavas y media de amplitud vocal que le han conferido una capacidad de invocar arcanos y góticos convirtiéndola en una diva de culto pagano. El escalofrío está servido, la expectación se podría definir con el blues “The Thrill Is Gone”.
Ella ha sido la elegida, sorprendentemente y con gritos de aleluya por ello, para inaugurar el auditorio del Centro Cívico Ágora en plena campaña electoral en la ciudad herculina. La Galás es ante todo una pianista increíble y aquí se presentó en la desnudez frente a las teclas del piano de cola (que fue alterado con efectos en algún tema). De luto riguroso, con una presencia magnética, interpretó blues tenebroso y jazz inquietante. Quien esperaba la ópera de vanguardia de Vena cava o la experimentación ululante de The Litanies of Satan se quedó con las ganas, pero creo que no era el lugar adecuado. Digo esto porque la entrada era libre, previa invitación, y en el auditorio se reunió mucho público profano entre el devoto, y no es fácil enfrentarse a su voz sin previo aviso.
El repertorio se nutrió de sus canciones más contenidas, que ha ido recogiendo en discos en directo como Guilt Guilt Guilt o Malediction and Prayer. Y de sus adaptaciones más que versiones como la difícil “La chanson des vieux amants” de Jacques Brel o la tremenda “Si La Muerte”, del poeta Miguel Huezo Mixco. Abro paréntesis para explicar que el castellano que empleó Diamanda fue como una traducción instantánea de google. Suficiente para hacerse entender y poner a parir a los griegos que no apreciaron a Kavafis en vida.
Ella suena al mediterráneo del folclore más antiguo y litúrgico; a música griega, árabe y española (el cante jondo le ha inspirado mucho según ha dicho), que salen de su boca como cabezas de una Hidra. Y deja un estremecimiento, un temblor en las orejas, al abandonar el nuevo auditorio con la letra del “Heaven Have Mercy”, que inmortalizó Édith Piaf, resonando: Stop the bells! Stop the bells!/I’ve no tears left to cry/Must I stay here in hell?/Lord above, let me die…