Lesbianas tocando cumbia con todos los estereotipos del género musical y del género masculino consabidos. Mujeres musicando lascivia y diversión a ritmo de cumbia villera y sonidera con lametazos al rock y al hip-hop latino. Todo esto son las Kumbia Queers, aunque ellas a esto le llaman punk tropical y se quedan tan anchas.
El combo está compuesto en su núcleo principal por Patricia Pietrafesa, Pilar Arrese e Inés Laurencena (integrantes de las punk-rockers argentinas She Devils), Juana Chang (Afrodyke, Golden Jackets y The Wookies) y la mexicana Ali Gua Gua (Ultrasónicas, Afrodyke). Comenzaron en el 2007 haciendo versiones, o mejor dicho adaptaciones cumbiacheras, de bandas tan variadas como The Cure (oscurecen el ritmo tropical para crear la versión cumbia de “Lovesong” bajo el título “Kumbia Dark”), Madonna (convierten “La isla bonita” en “La Isla con chicas”), Ramones o Black Sabbath.
Despues de discos como Kumbia Nena! y La Gran Estafa Del Tropipunk conjugaron su sonido con temas propios de sabor cumbia-mex en “Kumbia Zombie” o “Tropikalipsis”, y demostraron capacidad y clase suficiente para registrar un electrocumbiatón instantáneo y pegajoso como “Celosa”.
Estas diletantes de la música, de larga trayectoria con sus proyectos paralelos, reposan la furia para ponerse bailongas y muy, pero que muy ácidas. La cumbia villera es un ritmo popular risible, letrísticamente hablando, cuando no sexista o misógino. Pibes Chorros o Damas Gratis como grandes estandartes del estilo son carne de parodia, por ello la aparición en escena de las Kumbia Queers se convierte en una irrupción de elefante en una cristalería: ni un sólo ripio está desprovisto de sorna. Las chicas, eso sí, se manejan perfectamente en un, aparentemente, medio hostil: Pablo Lescano, capo de Damas Gratis, produce “La gran estafa del tropipunk” su nuevo álbum.
Jugar a la contra, eso es lo que hacen las Kumbia Queers (existen unos Kumbia Kings), y la jugada sorprende por refrescante y revitalizante. Apropiándose de un discurso misógino que habla de sexo y deseo se cuelan en el taller mecánico, local de machos donde los haya, para desear a la chica de calendario. Su actitud y activismo anarcofeminista recuerdan al movimiento extra-musical conocido como Riot Grrrl (cuyo origen se sitúa en EE.UU. a principio de los años 90) con bandas como L7, Bikini Kill o 7 Year Bitch que usaron el punk y el rock, de dominio falocéntrico, para lanzar proclamas pornopunk y subvertir valores feministas, provocando a partes iguales al patriarcado y al feminismo más “clásico” o académico, al hacer de “la mala, la fea y la furcia figuras femeninas capaces de encarnar una transformación performativa y política” ( Beatriz Preciado).
La autodesignación de la identidad por encima de clasificaciones de género o culturales es una premisa de la Teoría Queer, y las Kumbia Queers son una provechosa constatación de apropicionismo de género sexual y musical.