Serge Gainsbourg provocaba el escándalo (toda su obra es provocación) al compartir con su hija de trece años el dueto Lemon Incest-“l’amour que nous ne ferons jamais ensemble” (el amor que nunca haremos juntos), cantaban-. La voz de Charlotte Gainsbourg (nacida en Londres en 1971), un titubeante falsete adolescente, hacía de contrapunto a la inmortal voz sabor a Gitanes de su padre.
La pequeña naïve Charlotte se iniciaba en la canción arropada por su progenitor y fue su madre, la cantante,actriz y musa Jane Birkin, la que le incita a participar en su primer papel fílmico. Lo que le lleva a recibir un César, con tan solo quince años, por L’Effrontée en 1985 a la actriz revelación, y otro a la mejor secundaria por La bûche (2000) . Y tras una treintena de películas,con títulos como Jane Eyre de Zefirelli; 21 Gramos de Alejandro Gonzalez Iñarritu; o la Ciencia del Sueño de Michel Gondry, se consolida como una de las más importantes actrices de su generación.
La anglo-francesa es tentada a realizar su primer album como adulta por Jean-Benoît Dunckel y Nicolas Godin. Los músicos franceses,conocidos como Air, tejen para ella un cómodo colchón sobre el que se recuesta y canta. Participan escribiendo las letras los ingleses Jarvis Cocker y Neil Hannon (The Divine Comedy), cuenta con los compositores y arreglistas Joby Talbot y David Campbell, la percusión del nigeriano Tony Allen, además de tener en la producción a Nigel Godrich (artífice de obras de Radiohead, Paul McCartney o Beck).
Estos mercenarios de lujo conspiran juntos para que 5:55 (WEA INTERNATIONAL 2006) sea algo más que un capricho de la celebérrima hija.
Convence la interpretación de estos temas escritos para ella, cercana a su madre y próxima a François Hardy o a la española Jeanette, el susurro y la sensual delicadeza de su voz, que canta en inglés principalmente con aportaciones del francés, nos acompañan durante un disco hecho a su medida.
Abre con el tema-título “5:55”; canción de duermevela y espera a la madrugada, donde nada cambia. Nos habla de una operación quirúrgica donde el corazón donante acaba siendo rechazado por su receptor, canción de amor adolescente al igual que “Everything I Cannot See”.En la evidentemente gainsburiana “The Songs That We Sing” los arreglos de cuerda recuerdan a los preciosistas ataques de arrebato en la música del bon vivant.
Viaja en asiento de ventanilla en el trágico vuelo “AF607105” ; Air estan tan presentes que se pueden palpar sus bajos y guitarras acústicas límpias, y los peueños timbres a los que nos tiene acostumbrados el duo frances desde su Moonsafari. Las percusiones etereas y toda la imagineria ensoñadora del duo galo aparecen también en la canción de contenido político- infante “Little Monsters” , quizas cantada pensando en sus hijos (tiene dos con el cineasta/actor Yvan Attal):
“pequeños monstruos que dominais el mundo/no sabeis lo que decis/deteneos antes de que alguien salga herido/no os dais cuenta de que simplemente estamos actuando”
“Nocturnal Intermission” es el hastio de la mil veces entrevistada estrella cinematográfica, que sublima en “Jamais” “no one’s essential to the plot/every extra, every superstar/must now vacate the lot/in the performance of a lifetime/i make the final cut”-nadie es esencial para la trama/cada extra, cada superestrella/deben desaparecer ahora/en la interpretación de toda una vida/yo hago el montaje final.
Un disco recomendable para tardes de lluvia sobre el cristal y apacible melancolía, y para madres y padres orgullosos de sus hijas.
fantasma accidental 